lunes, 26 de noviembre de 2007

B.

Bruno despierta en las sabanas perfumadas de sexo. El sol traspasa la ventana y da en el espacio vacío de la cama. Ljubica no esta. No ha dejado rastro alguno más que el olor inyectado en el cuerpo de Bruno.
Como al final de un concierto, ahora Bruno recuerda a Ljubica, rítmica, jadeando en sus oídos. Bruno, taciturno, sospecha: Ljubica toma una ducha. Ljubica desayuna. Ljubica se esconde detrás del closet y sonríe.
Pero Bruno se levanta, aun desnudo, se toma la cabeza, registra las habitaciones y no la encuentra. No esta.
Bruno quisiera patalear como un niño al no verla. Al mirarse, sus pelos del rostro se lo impiden. Solo una distorsión en su cara que simula un abismo se le aparece en el espejo.
Se moja la cara. Se viste. Corre. Salta las escaleras. Del sardinel arranca una Margarita: Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere, me quiere… no me quiere.
El tallo salta de sus manos...