domingo, 20 de abril de 2008

La belleza se mide por la curva de la sonrisa, por el agujero solitario a lado del pómulo izquierdo, por los labios partidos al índice del invierno. Por los botones del saco que dejan un agujero restante.
La belleza es permanente en los ojos silenciosos que al reverso guardan un misterio para cada tarde.
Son los pasos fracturados después de una sonrisa que fusila y que analgesia.

La belleza esta en el lado inexplorado y en cada árbol que a uno le arrancaron de las venas.
En cada pan que hizo falta. En cada dedo dulce de chocolate que con alegría uno pudo lamerse.
No hay belleza en el baile perfilado sino en el tropiezo, en el suspiro del error, en el olor propio. En el rostro pegado en la almohada. En la mano que acompaña a la mano.

Por ahí va la cosa.

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