miércoles, 3 de octubre de 2007



Tengo las tostadas.

No se porque recuerdo los días en que iba a la tienda, a dos cuadras de mi casa
Caminaba de la mano de alguien, siempre de alguien que medía el doble que yo.
Pedíamos el mejor jamón, el mejor era el jamón del país, con los bordes naranjitas.
Me concentraba en ver como lo rebanaban.
Me acercaba a la vitrina y rebanada por rebanada yo iba contando: 1, 2, 3…
Y los jamones caían uno a uno sobre el papel que el señor de azul después doblaba, como envolviendo un regalito, un detalle de cumpleaños.
Finalmente metía todo en una bolsita transparente. Y yo feliz cargaba la bolsita. Me lo comía en pedacitos, en cuadraditos, decorando mi plato.

Empiezo a comerme las tostadas con mermelada.
Me imagino a las fresas en una suerte de día soleado, una suerte de parque de diversiones. Todas vivitas y coleando. Todas rojas y pecosas en un gran jardín de múltiples especies. Todas en una ronda, de la mano, dando vueltas y ensanchando sus pulmones al aire fresco, desde abajito.
Y ahora todas acá: en el pomo, en las tostadas, entre mis dedos, en la punta de mi lengua, y en mis labios. Todas envueltas y trituradas, sin caras de fresa. Sin respirar.
A veces pienso
Soy yo siempre quien se come a todos.
Ay, seguro existo en un cuento. Un cuento de malvados. La muchacha que se mete todo a la boca.
Y se escuchan los llantos. Pero si las victimas me escucharan, que ni un poquito de maldad en lo que hago.

Fin de la tostada.

1 comentario:

Unknown dijo...

Huevona, stas mal de la cabeza... me encanta lo que escribes........ sobre todo como lo escribes. Se lee natural.
felicitaciones